Una fan llamada Manuela Velasco

Veinticinco años después de conocer a Antonio Banderas, la actriz vuelve a encontrarse en Málaga con su «primer amor» platónico. Lo que no consiga este festival...

30.03.11 - 01:33 -

MARINA MARTÍNEZ / ESTER REQUENA |

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El que se pasee estos días por Málaga tiene que ir con mil ojos. Y no solo por las obras, que están convirtiendo cada vez más el centro en una carrera de obstáculos. También. Pero, en este caso, lo de poner a punto los radares es más bien por no pasarse por alto la presencia del famoseo. Otra cosa es que reconozcamos los rostros y, más aún, les pongamos nombre. Claro, la noche nos confunde. Menos mal que las 'celebrities' tienen sentido del humor. Unos más que otros, sin duda. Ahí está Carlos Bardem, miembro del jurado de este año. El otro día tuvo que reírse: «¡Mira, el hermano de Antonio Bardem!», comentaron a la puerta de su hotel uno de esos incondicionales perennes en busca de alguna cara conocida. Si es televisiva, mejor que mejor. Que luego pasa lo que pasa.

Y mira que hay actores populares... Pues como se empeñen en perseguir a los guaperas de moda, no tienen ojos para nadie más. Ni para el mismísimo Antonio Banderas. Pocos se percataron de la presencia de nuestro malagueño más internacional el lunes, a su llegada a la cena de presentación como pregonero de la Semana Santa en el AC Málaga Palacio. Aunque dentro se encontró con una fan inesperada: Manuela Velasco. La actriz nunca ha negado que Banderas fue su «primer amor» -platónico, se entiende-. Lo conoció con apenas diez años, en el rodaje de la película de Almodóvar 'La ley del deseo'. Desde entonces, no había vuelto a verlo. Hasta la noche del lunes, cuando se encontró de nuevo con él en Málaga. No pudo evitar emocionarse. Una alegría para el cuerpo que se llevó la chiquilla.

Aunque ayer tampoco la vimos precisamente mal acompañada. La única fémina de un 'photocall' muy masculino. El de la película que la traía a Málaga: 'Amigos', junto a Ernesto Alterio y Diego Martín. ¿Cómo lo hará esta chica? Habrá que preguntarle el secreto. Quizás la cara de niña buena. O quizás los genes Velasco... ¡Qué suerte tienen algunas! Y otras cenando unas tristes fresas con tal de entrar en la talla 40 por lo menos. Eso sin contar esta semana, por supuesto. Menos aún este año, con ese muestrario de donuts junto a la sala de prensa que están todo el día diciéndote: «¡Cómeme!». Hasta han diseñado uno exclusivamente para el festival con el logotipo de la biznaga. Vamos, que como nos descuidemos salimos rodando. Alguno ha puesto pies en polvorosa a tiempo, como Santiago Segura, que ni en el tren de regreso a Madrid dejó de hacerse fotos con sus seguidores. Bueno, que nos desviamos. A lo que íbamos, el cineasta tampoco ha podido evitar saltarse la dieta en estos dos días que ha pasado en Málaga. ¡Con lo que engordan los chupitos, mojitos, cóctels y derivados! Pues él ni corto ni perezoso. Y encima después de la cena... ¿A quién se le ocurre atiborrarse de adobo? Eso la primera noche, porque la segunda se le atragantó un poco la comida después de ver a Vicente Aranda. Según cuenta el mismo artífice de 'Torrente', cuando el presidente del jurado del certamen entró en el mismo restaurante en el que estaba cenando y lo vio, huyó a toda velocidad. Parece que de 'amiguetes' nada. Ya lo avisaba por la mañana el actor a Daniel Sánchez Arévalo tras su propuesta de tomar un té de sobremesa: «Vale, pero que no venga Vicente Aranda, que me da miedo». Es lo que tienen las conversaciones virtuales, que te enteras de todo. Luego se quejan de los 'twitterazzis'...

Si es que nos debemos a nuestros lectores. A propósito, aviso a navegantes -y sobre todo a navegantas-: el concierto de Pablo Alborán se va al garete. Por motivos de salud, el ídolo malagueño ha tenido que suspender la actuación que tenía prevista para esta tarde en la carpa Fnac. ¿Y ahora qué hacemos? ¡Qué decepción! Esa calle Alcazabilla a rebosar... Pues habrá que esperar entonces hasta mañana para que esto vuelva a animarse. A ver si Luis Tosar quiere apuntarse al festibar y le convencemos para que nos cante algo. De camino podía improvisar unos pasos de break-dance, que sabemos que no se le da nada mal. Habrá que estar al loro.